Clara

A veces, el silencio es la puerta de entrada.
Clara estaba sentada en el sillón amarillo, con los pies colgando del reposa brazos, mirando a la calle que empezaba a desdibujarse tras los cristales.
Sus pensamientos vagaban.
De pronto sintió un escalofrío y se levantó en busca de algo para abrigarse.
La estancia estaba oscura.
No se había percatado del paso del tiempo.
Estar consigo misma era algo que cada vez le atraía más.
Pensaba en infinidad de cosas.
Si le hubieran preguntado sobre sus pensamientos, no habría sido capaz de responder.

Piensa en aquello que no se atreve a pensar.
Lo hace insistentemente, pero no lo puede recordar.
Es tanto el impedimento de lo que desea, que se niega incluso a pensar sobre ello.
Hoy ha estado todo el día sola.
Al principio, ha creído que sería una oportunidad para hacer aquellas cosas de las que se queja no puede abordar porque están los demás.
Sin embargo, aparte de salir a comprar y mirar algún que otro escaparate, las horas le han pasado indagando en ese pozo oscuro que teme mirar.

Cuando regresaron, encontraron la casa a oscuras y las puertas abiertas.

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