¿Qué se puede esperar del deseo en un cuerpo que fenece?
Humedece y promete.
No augura un presente.
Se remansa en lo que fue.
Acepta que pasó.
Se duele.
Perdió el brío y la saña que
en otro tiempo alcanzaba.
Se lamenta porque la memoria
no devuelve emociones y sensaciones.
Es ajeno a lo que hubo.
Ahora pierde.
¿Sería posible ser Fausto?
Entiende que vendiera su alma al diablo.
Él haría lo propio si estuviera en su mano.
Los versos no le bastan.
Querría navegar en los brazos de la mujer amada.
La vida nunca vuelve.
Otros la alcanzan.
Noches nuevas de insomnio
esperan en su lecho su turno.
Busca juegos que erecten lo que flácido sostiene.
No hay abrazos de amor.
Son mujeres que mientras sirven su copa piensan.
Se desvela y sueña.
Hubo un rastrojo que acarició su cara.
La amada.
La que no se dejó asir.
La que liviana le abandonaba
al amanecer para pacer con
quien de anillo de oro la ornaba.